Preguntas Frecuentes
- ¿Qué es TDAH?
El Trastorno por Déficit de Atención/Hiperactividad (TDAH)
es una afección neurobiológica que se caracteriza por un nivel
inapropiado de inatención (concentración, distraebilidad),
hiperactividad e impulsividad que es incoherente con el nivel de
desarrollo del individuo y que se produce en varios entornos de la vida
del niño: en la escuela, en casa y en contextos sociales.
TDAH no es un retraso
mental ni falta de inteligencia. Esta idea falsa ha surgido porque las
dificultades atencionales pueden incidir negativamente en el rendimiento
académico. El TDAH puede darse en personas de cualquier nivel de inteligencia.
TDAH no es:
- Pereza ni falta de motivación
- Mala conducta intencionada
- Ausencia total de capacidad para fijar y mantener la atención.
No. El TDAH fue
descrito por primera vez en una publicación científica en el año 1902,
no mucho después que trastornos como la Esquizofrenia o el Trastorno
Bipolar. Existen además, en la literatura no científica, descripciones
de niños que se corresponden con lo que hoy denominamos TDAH desde mucho antes. El TDAH es un trastorno médico y está oficialmente reconocido por Instituciones (OMS, APA, AACAP, NICE) y expertos médicos.
El TDAH es el trastorno
neurobiológico más común en niños. Se estima que entre el 3 y 7% de la
población infanto-juvenil la sufre, lo que equivale a uno o dos niños
por aula.
En la población pediátrica, se identifica el TDAH más en varones que en mujeres. La mayoría de los expertos creen que se comunica una incidencia mucho menor de TDAH
en niñas y mujeres adolescentes porque las niñas tienden a sufrir el
subtipo con predominio de inatención y es el subtipo hiperactivo (y la
perturbación asociada) el que llama la atención de los adultos y
precipita la derivación del paciente para ser valuado. Por tanto, la
relación de varones a niñas con un diagnóstico de TDAH es de más o menos 4:1 en la población general.
No, el TDAH es un
trastorno complejo, cuyos síntomas están presentes en muy distinto grado
en cada persona. Además, las consecuencias que estos síntomas pueden
producir en un individuo son influidos por aspectos ambientales y
personales.
El TDAH tiene un
componente genético importante, que determina hasta el 75% del
trastorno. Para hacerse una idea, la heredabilidad de la depresión es
del 39%, la del cáncer de mama, del 27% la de la altura, del 93%. Sin
embargo, los factores biológicos no genéticos y ambientales juegan
también un papel importante en su desarrollo y, sobre todo, en la forma
de manifestarse. Aunque su presencia en algún miembro de la familia es
un factor de riesgo para los descendientes, no todos los niños con TDAH tienen antecedentes familiares.
Se estima que más del 80% de los niños
que presentan el trastorno continuarán padeciéndolo en la adolescencia, y
entre el 30-65% lo presentarán también en la edad adulta. Sin embargo,
las manifestaciones del trastorno irán variando notablemente a lo largo
de la vida. Sólo un buen tratamiento podrá mejorar el comportamiento
hiperactivo.
No, dado que en gran parte, sus
comportamientos dependen de los síntomas del trastorno y de su
dificultad para retener lo aprendido y aplicar los aprendizajes
(incluidos los de normas de conducta). Es evidente, entonces, que sus
conductas negativas no son intencionadas.
No, de hecho, se ha demostrado que el
castigo sistemático es absolutamente ineficaz y perjudicial en la
educación de los niños con TDAH. Estos niños tienen
dificultades para retener y aplicar lo aprendido; esto no sólo ocurre en
el ámbito académico, sino en general. Al niño con TDAH
le cuesta entender lo que se puede o no se puede hacer; por ello, los
castigos parecen ineficaces. En la mayor parte de los casos, les supone
una forma de represión injusta que les incapacita para aprender las
normas de comportamiento.
Por otra parte, su propia inquietud es
muchas veces confundida con una mala conducta, lo que lleva a castigarle
en exceso sin motivos reales, creando un acostumbramiento al castigo.
Además, los comportamientos positivos muchas veces pasan desapercibidos,
dando al niño la sensación de que sólo se le presta atención cuando se
porta mal (de ahí que su comportamiento negativo pueda percibirse como
'una llamada de atención').
El TDAH supone dificultades en muchas facetas del desarrollo normal del niño. En el niño con TDAH
existen alteraciones que producirán un rendimiento académico pobre,
asociado a una baja autoestima, alteraciones emocionales y problemas en
la integración social.
Si bien estos síntomas no suelen incapacitar a los niños con TDAH
a alcanzar ciertas metas profesionales, éstos suponen verdaderas
limitaciones con el paso del tiempo: en el rendimiento escolar, en las
relaciones interpersonales, en el desarrollo de la personalidad.
No, los padres no tienen la culpa. No
acepte nunca que nadie le culpe de la enfermedad de su hijo, como
tampoco se debe culpar si su hijo tiene diabetes o epilepsia. El TDAH
no se produce por desacuerdos entre los padres, ni siquiera por
separación o divorcio, ni por el nacimiento de un hermano menor, ni
porque la madre o el padre se ponga a trabajar, o porque trabajen mucho y
pase poco tiempo en casa, ni por tener niñera, ni porque le cambien de
colegio, ni porque le cuiden sus abuelos. No se culpe por la enfermedad
de su hijo y no deje que nadie lo haga.
La presencia de enfermedades coexistentes o adicionales en relación con el diagnóstico inicial.
Sí. Las comorbilidades más comunes en niños y adolescentes con TDAH incluyen:
- Trastorno Negativista Desafiante (TND) (40%)
- Trastorno de conducta (TC) (14%)
- Trastornos de ansiedad/estado de ánimo (34%)
- Tics (11%)
Estas conductas son muy frecuentes en los niños con TDAH
(son desobedientes, contestan a los adultos, parecen no escuchar cuando
se les manda hacer algo, discuten o interrumpen con frecuencia). Esto
se debe a que estos niños tienen dificultades para percibir su propia
realidad y la de su entorno, lo que provoca que se sientan
incomprendidos y 'reprimidos' ante cualquier intento de corrección.
Sin embargo, las conductas oposicionistas y desafiantes no siempre están presentes.Un niño sin TDAH también puede presentar este tipo de conductas (aunque con mucha menos frecuencia).
Los niños con TDAH
experimentan muchas dificultades para concentrarse y prestar atención;
se aburren fácilmente y no terminan sus actividades correctamente. Esto
hace que su rendimiento en clase sea menor de lo esperado con respecto a
su capacidad intelectual.
El niño con TDAH no
puede dejar de serlo, dado que no se puede hacer que desaparezcan las
causas de su trastorno (una alteración evolutiva que afecta a la
maduración de algunas de sus funciones mentales y a su desarrollo). Sin
embargo, es posible mitigar o eliminar las consecuencias negativas o
síntomas que produce este trastorno.
Un buen tratamiento, aplicado desde muy
temprana edad, puede evitar los déficits en las capacidades afectadas
por el trastorno y en el proceso de aprendizaje, que interfieren en la
maduración del niño. En la mayor parte de los casos "dependiendo del
tiempo de evolución del trastorno sin tratamiento", se pueden evitar las
limitaciones en el rendimiento escolar, en la percepción de sí mismo y
del entorno, el desarrollo de la competencia social, etc.
Existen varios factores que ayudan a una buena evolución del trastorno:
- Un diagnóstico precoz
- Una educación coherente por parte de los padres
- transmisión de valores positivos y estabilidad familiar
- El conocimiento por parte de los profesores y adaptación de las actividades educativas
- La colaboración entre los padres y la escuela
Por el contrario, los siguientes factores pueden empeorar el pronóstico de TDAH:
- Un diagnóstico retardado
- Fracaso escolar
- Una educación demasiado permisiva o severa
- Desavenencias y hostilidad entre los padres
- Problemas de salud en el niño
- Precedentes familiares de alcoholismo, conductas antisociales u otros trastornos mentales
El adolescente con TDAH
que no reciba tratamiento durante la infancia tendrá unos síntomas más
marcados y podría mostrar otras alteraciones asociadas, como :
- Empezar múltiples proyectos de forma simultánea, pero rara vez los terminan
- Tener dificultades para organizarse
- Posponer proyectos que requieren que se preste mucha atención a los detalles
- Tener problemas para recordar citas u obligaciones
- Tener problemas para mantenerse sentados durante reuniones u otras actividades
- Estar inquietos o moverse constantemente
- Extraviar sus cosas con frecuencia
Una mayor dificultad para comenzar o
llevar a cabo un tratamiento. Por todo ello, una detección precoz es
fundamental ya que esto posibilitará que los síntomas puedan paliarse o
disminuir con el tiempo, permitiendo que el niño desarrolle plenamente
todas sus potencialidades; Por eso, es muy importante entablar una buena
relación entre el niño y el médico.
Conocer el problema para poder
comprender e intervenir adecuadamente. Esto implica asesorar a los
padres en la derivación del niño a un especialista adecuado y comprender
las necesidades específicas del niño.
La colaboración entre colegio y familia
es fundamental para un tratamiento efectivo. En muchos casos, el niño
necesitará una valoración pedagógica que determine sus necesidades
académicas, así como un plan de intervención escolar personalizado. Por
otra parte, el profesorado debe informar a los padres a lo largo de todo
el curso escolar, intercambiando información y experiencias, fomentando
la colaboración entre la escuela y la familia.
Cuanto más sepan, lean y pregunten sobre el TDAH,
mejor podrán los padres y familiares ayudar al niño. Deben buscar un
médico para que evalúe y trate al niño, un médico que sea experto en
niños con TDAH y que tenga tiempo y paciencia para
seguir al niño a lo largo de la enfermedad .Un médico que esté
disponible. Además, los padres pueden: definir reglas claras de
consecuencias y premios para ciertos comportamientos, ayudar al niño a
terminar una tarea o encargo dividiéndolo en pasos menores, aumentar la
estructura y el orden en casa, establecer rutinas estables y predecibles
para estructurar el tiempo, eliminar ruidos y distracciones, modificar
la conducta del niño, motivarles, establecer medidas adecuadas de
disciplina para que el niño entienda las consecuencias de saltarse las
normas.
Los niños con TDAH
tienen problemas para concentrarse y atender, y para controlar su
comportamiento, porque su cuerpo quiere moverse mucho. Existen algunas
medidas generales que ayudarían al niño en sus actividades de la vida
diaria, tales como: mejorar su concentración, dejar la ropa del colegio y
la cartera preparada la noche anterior, para no hacerlo con prisas por
la mañana. Es bueno dormir lo suficiente para concentrarse mejor al día
siguiente. Debe tomar un buen desayuno y en el caso de que el médico
haya iniciado algún medicamento, tomar su medicación por la mañana para
poderse concentrar y tener energía. Puede hacer una lista de estas cosas
para acordarse.
Se produce cuando el efecto del
medicamento es sólo de unas pocas horas, a veces deja de hacer efecto al
final del día y el niño vuelve a tener los síntomas por la tarde o por
la noche, notándose un claro empeoramiento. No es que el niño esté peor,
sino que deja de repente de estar bien, y la diferencia se nota mucho.
Se estima que más del 80% de los niños
que presentan el trastorno continuarán padeciéndolo en la adolescencia, y
entre el 30-65% lo presentarán también en la edad adulta. Sin embargo,
las manifestaciones del trastorno irán variando notablemente a lo largo
de la vida. Sólo un buen tratamiento.
Muchos de los adultos con TDAH
han compensado sus deficiencias y han aprendido a controlar las
consecuencias negativas, que no constituyen un impedimento importante en
el desarrollo de buena parte de su actividad. Sin embargo, otros no han
desarrollado adecuadamente algunas de las facetas básicas de la
persona, sufriendo trastornos de la personalidad, alteraciones
emocionales graves, problemas afectivos o laborales, mayores tasas de
accidentes de tráfico, dificultades en las relaciones sociales...
Las estimaciones actuales sitúan la prevalencia entorno a un 4%. Algunos de los síntomas y alteraciones asociadas con el TDAH se mantienen a lo largo de la vida del paciente.